Uno no puede mirar a otro lado. El sufrimiento forma parte de la experiencia de la condición humana y si buscamos evitar confrontar las experiencias dolorosas de la vida, no hay manera de emprender el proceso de sanación de ese sufrimiento. Es lo mismo que no querer escuchar una llamada. De hecho, podemos decir; ese intento de evitación, es en sí mismo, una forma de prolongar un sufrimiento innecesario.
Lo que nos toca, es descubrir su causa y mirar con coraje, con valor, en esa dirección. En ese sentido, podemos ver cómo está generalizada, la suposición de que todo sufrimiento surge de sucesos del pasado. Sin embargo, sea cual sea la semilla inicial del trauma, es nuestra forma de lidiar en el presente, con los efectos de los sucesos pasados, lo que genera el sufrimiento.
Hay otra manera de lidiar con esos efectos y esa manera, es la que trae transformación y sanación. Nuestra capacidad de curación está presente en todos por igual y, una vez que hemos identificado la causa ante nosotros se abre la responsabilidad de encontrar el camino para salir de él.
Hoy quiero poner el foco sobre el trauma como causa del sufrimiento. Por más que se quiera evitar, ignorar o negar está ahí y a lo largo de los años, compruebo lo siguiente, no se trata, ni siquiera se considera, que es lo que está detrás de muchas conductas, enfermedades colectivas e individuales. Sin embargo, cuando miramos con un poco más de profundidad y escuchamos con atención, se vuelve evidente que lo que está detrás son experiencias que fueron percibidas como abrumadoras o amenazantes para la vida propia o de otros.
Trauma, serían los efectos debilitantes que muchas personas sufren después de vivir esas experiencias, y podemos decir; cuando nuestra capacidad de responder ante una amenaza percibida queda restringida, nos traumatizamos.
Se da una pérdida de conexión con nosotros mismos, con nuestros cuerpos, con nuestras familias, con los demás y con el mundo que nos rodea. No siempre es sencillo reconocer esa falta de conexión dado que no ocurre de repente, se puede dar lentamente a lo largo del tiempo y nos vamos adaptando a los cambios sutiles sin darnos ni cuenta. Sólo notamos que no nos sentimos muy bien, sin llegar a darnos cuenta plenamente de lo que está ocurriendo. Se puede ir reduciendo la confianza en nosotros mismos, los sentimientos de bienestar y la conexión con la vida.
Empieza, de ese modo, un camino de evitación de sentimientos, de personas, de situaciones y lugares y se van limitando las opciones, la libertad se reduce notablemente y la pérdida de vitalidad es creciente también. Nuestros proyectos quedan incluidos en ese territorio reducido, junto a nosotros y no pueden realizarse.
Hoy sabemos que podemos acercarnos a todo ello no sólo con medicamentos o cambios conductuales, si no que podemos abordarlo también desde la certeza de que en nosotros existe una capacidad innata para triunfar sobre el trauma con la que hemos nacido. El trauma se puede curar y además puede ser un portal de despertar evolutivo, hace posible una transformación espiritual y emocional, esa nueva forma es la de sintonizar con esa capacidad innata.
Durante nuestra formación como consteladores tuve la fortuna de entrar en contacto con el trabajo de Peter Levine, y el de Gerard D. French. Esta vivencia hizo posible que viviese los efectos de esa nueva manera en mi misma y no tengo forma de expresar lo mucho que ha modificado mi percepción para siempre.
Hoy sé que, sorprendentemente, detrás de muchas incomodidades que se viven en el cuerpo, hay mensajes que han de ser atendidos:
• Hipervigilancia
• Imágenes que se entrometen en nuestra mente, recuerdos repentinos
• Extrema sensibilidad a la luz y al sonido
• Hiperactividad
• Respuestas exageradamente emocionales y sobresaltadas
• Pesadillas y terror nocturnos
• Cambios de humor abruptos
• Vergüenza
• Reducción de la capacidad de lidiar con el estrés
• Dificultades para dormir
• Ansiedad, fobias, ataques de pánico
• Atracción hacia situaciones peligrosas
……y muchos, muchos más, podrían ser síntomas de traumatización. Son en sí mismos llamadas a despertar. Si aprendemos a escucharlos, si incrementamos la conciencia de nuestro cuerpo y comenzamos el camino hacia la solución, la mayoría de ellos pueden desaparecer. En ese sentido, el cuerpo está al servicio de tu liberación. Y nosotros nos podemos poner al servicio de la vida que busca ser liberada. Es una buena idea.
Confío en que en un futuro, espero que no muy lejano, esta área de la ayuda pasará a ser comprendida de una forma más sencilla y tendremos cada vez más recursos ante el trauma.
Rocío Palacios
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