Después de un tiempo es hora de regresar a este compartir tan bonito. AARTI regresa y con ella la plataforma desde la que se muestra la riqueza de oportunidades que hay en Ibiza para una vida sana en todos los niveles.
Estamos felices con esta renovación de la revista que da voz al alma. Y es que es nuestra alma la que necesita nuestra mirada, la que requiere que dejemos salir a la luz todo lo que fue silenciado en nuestra historia personal y que en general el mundo no nombra.
Desde aquí, hoy quiero poner foco sobre un tema que me parece esencial, el trauma psíquico, tan olvidado y relegado a pesar de que forma parte de todas nuestras vidas.
Podemos decir que trauma psíquico es cualquier impacto emocional que hayamos vivido y que haya sido silenciado. A menudo, con la indiferencia de nuestro entorno, que no lo legitimó, ni lo vio, ni nos prestó oídos para ser escuchados. Otras veces con frases como estas: “calla, de eso no se habla”, “que tonterías dices”, “pero de qué hablas”… o un sencillo: “eso no es nada”.
Es posible, que al leer esto se te ocurran muchas más frases dichas que te silenciaron y de lo que hoy, ya no tenemos duda, es de que cualquier impacto emocional silenciado hace que una herida del alma pase a ser una lesión duradera cuyas secuelas pasarán a formar parte de nuestra vida. Algunas en forma de síntomas físicos y enfermedades, otras en forma de disociación que se manifiesta en que nos experimentamos olvidadizos, despistados, con falta de concentración, ansiedad, cambios de ánimos repentinos, cansancio extremo, etc.
La verdad es que poner palabras al sufrimiento lo ilumina y para ello necesitamos que alguien lo valide con empatía. Necesitamos visibilizar las consecuencias de no mirar, de excluir de nuestra conciencia el dolor del alma y darle su lugar, para que se pueda producir el proceso natural de reparación que está presente en todos nosotros.
Este es un proceso que se queda congelado sin cumplir su función cuando el entorno nos silencia y no nos ofrece validación a lo que pasó. Y eso que se quedó congelado, se descongela cuando alguien asume el papel tan necesario de hacerse eco de lo que nos ocurrió o nos ocurre, que nos permite poner voz, poner en palabras lo experimentado.
Es curioso observar en todos los medios de comunicación como se siguen narrando los hechos que acontecen, sin nombrar jamás el dolor psíquico. El otro día viendo un documental sobre una zona europea en la que, hace sólo veinticinco años, terminó una guerra civil. Me maravillaba de que lo único que importaba era si habían reconstruido la zona, eludiendo por completo si las almas de ese pueblo estaban en su propia reconstrucción tras el horror de la guerra. Esto sucede aun en este siglo XXI en el que la neuropsicología avala las investigaciones de relevantes psicoterapeutas del sigo XX sobre el impacto del trauma físico y psíquico.
Esto que relato, sólo demuestra, que seguimos dando la espalda a la realidad de que el alma necesita ser vista para que pueda sanarse, de que un pueblo también tiene un alma colectiva que como ahora podemos comprender, tarda más en reconstruirse que unas edificaciones bombardeadas.
¿Cuál es la causa de ese “no nombrar” lo único que verdaderamente importa?
Quiero creer que se trata de que aún ignoramos de forma generalizada todo esto y de que a su vez esa negación de este aspecto esencial de nuestra vida cotidiana supone una invitación para quienes sí trabajamos con ello a diario. Una invitación a compartir, a extender, a dar voz a todo aquello para lo que aún no hay palabras.
Seamos la mirada que da espacio, para que aquellas personas que aún no han encontrado palabras para su dolor psíquico puedan encontrarlas. Seamos pues, ese espacio seguro para que otros puedan vincularse con esas partes de sí mismos que se silenciaron para poder sobrevivir en entornos que no dieron mirada ni voz a las experiencias difíciles. De este modo, podrán volver a sentir el vínculo con ellos mismos y volver a sentirse seguros.
En este proceso nos necesitamos unos a otros para que las palabras puedan dar voz a aquello que aún no se nombra.
Hoy me hago eco de una sola cosa; os veo, me veo, nos vemos. Enteramente. Tanto con lo que se acepta como con aquello que aún está en la sombra.
Vivimos una revolución silenciosa, la de la inclusión del alma en nuestras vidas. Sigamos en ello. Cada vez disponemos de más opciones para Escuchar.
Gracias AARTI por volver y poner palabras a lo que quiere ser visto.
Rocío Palacios
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