No podemos salir. Y no es que no podamos comunicarnos, estamos en un momento donde todo está a tiro de una tecla o dos. Pero… ¿es eso comunicación? Depende. Estar a merced de millones de mensajes contradictorios, no lo es. Algunos de esos mensajes tienen la clara intención de manipularnos, otros están cargados de buenas intenciones y, eso no quiere decir que sean mejor que los primeros.
En estos días me he sentido inmensamente enfadada con mensajes provenientes de supuestas elevadas consciencias que nos hablan del enfado de la Tierra, de que lo estábamos haciendo mal, de que esto es consecuencia de nuestra falta de consciencia. El mismo perro con otro collar. ¿Qué diferencia hay entre esto y decir que Dios está enfadado por nuestros pecados? Ninguna. Me parece de una crueldad extrema hablar así a la gente que sufre.
Me parece maligno y prepotente. Mensajes que animan a meditar todos juntos para elevar la consciencia de los que están en Babia y para calmar la ira de la diosa malvada que se ha enfadado con todos, la madre Tierra… en fin… si el Dios de los cristianos nos mandaba la peste ahora nos mandan una gripe gorda, muy gorda. Y las nuevas religiones se frotan las manos.
Como el Dios online… hablemos online, demos clase de lo que sea online… uffff, qué pereza. Si no hay más remedio, ok, lo entiendo, pero… cuidado con sentar precedentes. Es mi opinión, por supuesto. Los tiempos cambian y los rituales cambiarán. Pero todos hemos crecido en la cultura del ritual.
El rito de ir al cine en el que crecimos implicaba hacer tiempo para ello, ponerte muy guapo o muy guapa para salir, ir a un lugar específico, oler las butacas, comprar y saborear palomitas, beber un refresco, que se haga un silencio sepulcral… Todo eso se fue al carajo en el momento que empezamos a descargarnos películas en casa… el misterio, precisa del rito. La experiencia de los sentidos, del cuerpo nos abre a la enseñanza de la vida, te conecta con la esencia de lo que eres y puedes transformar… el rito sana. Y en cualquier rito están presentes los sentidos, los que nos conectan con la Tierra. En el rito está la comunidad de los sentidos.
En nuestra escuela, en una clase, cuando alguien llora le damos un pañuelo para que se suene o le abrazas. Yo no sé hacerlo de otra manera y no quiero hacerlo de otra manera. Los readings online son posibles porque no son un proceso de aprendizaje y, aun así, mucho mejor presenciales, los healings a distancia, también, son una experiencia energética… las clases… no. Ese es mi sentir y no niego que pueda equivocarme. Desconozco como será dentro de treinta años cuando los ritos sean mayoritariamente estar frente a una pantalla plana, donde la literalidad de la imagen no deja espacio a las miles de capas que se abren con la presencia, con el sentir, con el sentirnos.
Soy narradora y, ahora he tenido que hacer pequeñas excepciones, y he hecho unos cuantos cuentos en vídeo, para los peques que no pueden salir… pero he grabado muchísimos más… la voz… sólo la voz. El ritual de la radio… y el impacto ha sido mucho mayor que con los videos. Aún le doy vueltas a las razones. Es un momento fascinante, ¿hacia dónde vamos? ni idea, y hay mucho que revisar de lo que no estaba bien, pero también de preservar, de defender lo que sí estaba bien. Reunirse, abrazarse, olerse, flirtear, ir al teatro, ir al cine, ir a la escuela…
Ya no entro en el temita del control que se puede ejercer de manera delirante a través de los medios, que ya me da fatiguita, sino, es que hablar por teléfono no puede ser un sustitutivo de reunirse y hablar cara a cara. Y, no nos engañemos, esto parece obvio, pero ya sabemos la impunidad que ofrecen los mensajes y las llamadas. El no sentir al otro, me permite parar la comunicación, no contestar, no cuidar el ritual que es que dos seres humanos se comuniquen. Ya sabemos lo que el cibersexo ha provocado y está provocando en los adolescentes y, si no lo sabéis, os invito a investigar, porque es espeluznante. Si no siento al otro, qué me importa lo que mis acciones puedan provocarle.
Como profe de una escuela de intuición me pregunto hacia dónde iremos y no lo sé… sólo sé que no puedo enseñar si no puedo mantener seguros a mis alumnos y yo no sé hacerlo si no les siento, si no les toco. Soy vintage, qué le voy a hacer.
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