Esto también pasará… – Helena Cuerva

Muchos de vosotros, seguramente, os habéis sorprendido al ver en la calle el ejemplar de AARTI Abril. Espero que haya sido una sorpresa positiva y estéis felices de tener ahora la revista en vuestras manos.

Este ejemplar tiene un significado especial para nosotros. En estos tiempos de incertidumbre, como imagináis, estuve dudando si hacer o no, la revista de Abril en papel. Finalmente, tras consultar opinión con varias amigas y meditar la situación, tomé la decisión de publicarla.

Aarti, como muchas veces me habéis comentado, es una revista de Ibiza y para Ibiza. Una familia que crece en la misma dirección. Son ya nueve años compartidos, cada mes, de forma ininterrumpida… Por ello me pregunté: ¿Por qué Abril iba a ser diferente? ¿Por un virus?

Pensé que una forma de “traer” calma, era darle normalidad a la situación y, como cada mes, hacer posible que tuvierais en vuestras manos Aarti. No todo se ha parado, nuestra vida sigue y esto también pasará.

Antes de escribir este editorial, me vino a la memoria un antiguo cuento sufí que me relató un buen amigo hace bastante tiempo.

Recordarlo me ha ayudado mucho a sobrellevar está situación que estamos viviendo. Quiero compartirlo con todos vosotros, por si de alguna manera, os puede ayudar en estos días.

“Hace ya muchos años, existió un poderoso Rey, el cual convocó a los sabios de su corte para pedirles que pensaran en un consejo que le ayudara en los momentos más difíciles. Un mensaje al que pudiera acudir en momentos de desesperación. Ese mensaje también sería de ayuda en el futuro a sus herederos y a los hijos de sus herederos.

Tenía que ser algo breve, porque el deseo del Rey, era que esta frase fuese inscrita en el interior de un anillo que había mandado hacer a uno de los mejores orfebres del pueblo.

Pensar en un sabio mensaje que contuviera tres o cuatro palabras suponía una hazaña realmente difícil para los grandes sabios y eruditos del reino.

Todos los presentes se dispusieron a crear la frase perfecta, pero cuando el rey las escuchaba las rechazaba, ninguna tenía la sabiduría que él buscaba. El rey estaba desesperado, aquellas sabias palabras no llegaban.

El tiempo pasó y los años de paz con éste. Sus enemigos habían entrado en el reino y el consejo de sabios no se ponía de acuerdo sobre qué decisión tomar.  El rey se retiró a sus aposentos para pensar. Se sentía perdido. Un sirviente muy querido, que había sido también sirviente de su padre y de su abuelo, y había cuidado de él cuando su madre había muerto, se le acercó y le dijo:

– “¡Majestad! Es momento de abandonar el castillo, los enemigos están muy cerca”

Antes de que el Rey se marchara, el sirviente le entregó un papel y le dijo:

– “Señor, no soy un sabio, ni un erudito, ni un académico, pero en este papel he escrito una frase que creo que es la que buscaba”

Los enemigos habían llegado a las puertas del palacio y no había tiempo que perder. El rey metió el papel en uno de sus bolsillos y escapó. Estaba huyendo a caballo para salvar su vida mientras era perseguido. Estaba solo. En un momento, llegó a un lugar donde el camino se acababa, y frente a él había un precipicio y un profundo valle.

Caer por él, sería fatal. No podía volver atrás, porque el enemigo le cerraba el camino. Podía escuchar el trote de los caballos, las voces, su proximidad.

Fue entonces cuando al meter la mano en su bolsillo, halló el papel que le había entregado su sirviente. Lo abrió y leyó en voz alta aquella frase, que decía:

“ESTO TAMBIÉN PASARÁ”

El Rey respiró hondo y fue consciente que se cernía sobre él un gran silencio. Se sintió desconcertado pero, poco a poco, fue sintiéndose confiado y en paz al recordar antiguas huidas y victorias pasadas.

De repente, ya no se sentía el trotar de los caballos, sus enemigos misteriosamente se habían perdido en el bosque y su vida ya no corría peligro.

Las palabras del sirviente habían resultado milagrosas y el rey sintió una enorme gratitud hacia su sirviente. Dobló el papel y volvió a guardarlo en su bolsillo.

Al cabo de unas semanas el rey reunió a su ejército y recuperó su reinado.

El día de la victoria, en la ciudad hubo una gran celebración con música y baile. El rey se sentía muy feliz y orgulloso de sí mismo. Quiso agradecer y compartir la alegría con su sirviente al que mando llamar.

– “Gracias. Soy enormemente feliz”- Le dijo enseñándole la inscripción del anillo.

– “Majestad”- le dijo el sirviente. “Lea de nuevo la inscripción”.

– “¿Qué quieres decir?”, preguntó el rey. “Ahora estoy viviendo una situación de euforia y alegría, las personas celebran mi retorno, hemos vencido al enemigo”.

– “Escucha”, dijo el anciano. “Este mensaje no es solamente para situaciones desesperadas, también es para situaciones placenteras. No es sólo para cuando te sientes derrotado, también lo es para cuando te sientas victorioso. No es sólo para cuando eres el último, sino también para cuando eres el primero”.

El rey miró el anillo y leyó el mensaje de nuevo… “ESTO TAMBIÉN PASARÁ”.

Al leerlo, otra vez, sintió la misma paz, el mismo silencio en medio de la muchedumbre que celebraba y bailaba. Su orgullo, su ego habían desaparecido. El rey pudo terminar de comprender el mensaje. Lo malo era tan transitorio como lo bueno.

Entonces el anciano le dijo:

– “Recuerda que todo pasa. Ningún acontecimiento ni ninguna emoción son permanentes. Como el día y la noche; hay momentos de alegría y momentos de tristeza. Acéptalos como parte de la dualidad de la naturaleza porque son la naturaleza misma de las cosas.”

Tras recordar este bello cuento, volví a conectar con la esencia de la Vida. Nuestras vivencias, positivas o no tan positivas, son todas transitorias. Tomar consciencia de lo efímero de las cosas nos aporta confianza y paz interior. La transitoriedad y aceptación de lo que verdaderamente “Es” nos aporta una visión dentro de un Todo. Somos una corriente de vida en el único instante presente “Aquí y Ahora”, decidiendo qué hacer con las circunstancias que la vida nos brinda.

Yo elijo quedarme en mí, presente, atenta, nutriendo mi espacio, confiada en que esto también pasará. Aceptando la situación y siendo consciente de que luchar contra ello no va a solucionar nada. Abrazo lo que sucede “fuera de mí” con Amor y Serenidad.

Quedarme en casa no es solo permanecer en mi casa física, sino nutrir mi mente-corazón compartiendo con quien me acompaña, cuidándome, cuidándonos, compartiendo. Cuando esto pase seremos mejores personas. Quiero pensar que habremos aprendido la lección que la Vida nos ha enseñado, y cuando volvamos a sentirnos “libres” en nuestra rutina diaria, no hayamos olvidado la experiencia vivida, valorando y sintiendo lo sagrado de cada instante.

Que esta distancia obligatoria haya sido una Maestra para nosotros, alejándonos de nuestro Ego que aísla y nos congela, permitiendo el fluir del Amor que nos une, volviendo a la Existencia, al Ser, al Somos.

 

Helena Cuerva
Abril de 2020

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