No podéis imaginar lo que me ha costado empezar a escribir este artículo. No sé qué me pasa… sé que el verano no es mi mejor momento, el calor extremo me mata y no puedo ni pensar… como supongo os pasará a muchos de vosotros. Por otro lado, todo este proceso que empezó en marzo pasado me ha hecho estar constantemente reorganizando, creando nuevas propuestas y ahora… estaré muy cansada…digo yo.
Pero lo que me ha llamado la atención es que realmente soy muy buena en momentos de crisis, en la presión funciono genial y mi creatividad se dispara, pero cuando todo se calma, mi energía entra en una calma chicha que me hace percibir todo plano y sin estímulo. Lo estoy haciendo grande, sí… no es para tanto, pero si no, no me puedo explicar… ¿Veis? Otra vez, para explicarme necesito la hipérbole.
De todas formas, creo que estamos en una situación extraña en la que algo de nosotros se protege no entusiasmándose mucho por nada, en mi caso, continuo programando cursos, planeando viajes y propuestas, pero algo de mí dice “ya veremos“ y baja el nivel de pasión a la que estoy acostumbrada. Pero me pregunto si eso es malo. Soy consciente de que mi algo que en mí es un problema es mi intensidad, mi pasión, pero estas dos palabras tan bonitas pueden irse al lado oscuro de la adicción a la adrenalina y a la radicalidad.
Por eso, este es un artículo en el que simplemente quiero compartiros que tal vez, la nueva normalidad que hay, que buscas, es tal vez, la nueva normalidad en cada uno.
La palabra adaptación está llena de imágenes negativas que nos hablan quizás de perder nuestra originalidad, lo genuino que hay en nosotros. Por eso, tal vez, se usa cada vez más la palabra “resiliencia», que, por más novedosa tiene menos connotaciones. “Transformación” es otra palabra más neutral, también otra es “cambio” y, cualquier cambio es “crecimiento”. Pero antes de que la semilla crezca tiene un periodo de letargo. Las semillas más antiguas de la Tierra tienen una cualidad muy especial: son capaces de permanecer en letargo hasta que las condiciones exteriores cambian tanto que les permitan germinar como una especie nueva.
En nuestro caso, me pregunto si por eso debemos permanecer en letargo hasta que el exterior cambie lo suficiente como para hacer algo nuevo, realmente nuevo. Pero estar a la espera de que el exterior cambie nos hace perder propiedad sobre nuestra propia vida. A no ser que veamos ese letargo como el cambio que ya está aquí. Ni idea…
¿Conocéis esa sensación de sentir que estás delante de una verdad muy grande pero que no sabes nombrarla aún? Pues así estoy yo.
Escribo sabiendo que trato de poner nombre a lo que aún no tiene forma en mí y algo dentro me recuerda aquello tan bonito de “si lo que vas a decir no es más bello que el silencio, no lo vayas a decir”… pero es que yo, si no hablo, reviento. Esa es mi manera de entenderme…
Hay un hermoso cuento que narra la historia de una mujer que aparece en un pequeño pueblo y comienza a contar historias, día y noche, al principio, los lugareños, atraídos por la novedad escuchan atentos. Pero van pasando los años y la mujer empieza a quedarse sin público. Al final, con el cabello plateado sigue sentada debajo de un árbol contando sin parar. Una mañana, un niño se acerca y le pregunta por qué lo hace si ya nadie le escucha. Ella se gira y le dice: “antes contaba cuentos para explicar a los otros cómo es el mundo, ahora cuento para explicármelo a mí misma “.
Muchos de vosotros me mandáis hermosos mensajes de agradecimiento por estos artículos y hoy, en este momento soy yo quien quiere agradeceros que los leáis, que, incluso cuando estoy en esta especie de momento letárgico, tenga que ponerme delante de vosotros a hablar a explicarme cosas a mí misma con la excusa de contároslas. Os agradezco infinito que consideréis estos artículos lo suficientemente valiosos para parar y leerlos. Os agradezco infinito que me consideréis valiosa.
Como las semillas estamos todos y todas en letargo, pero como las semillas, la Tierra nos conecta y hay una comunicación continua entre todos y todas. La vida nos une. La vida sabrá. Tal vez le debamos a la vida el entusiasmo de vivir. O no se lo debamos. Simplemente es inevitable.
Encarna de las Heras
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