Un perro, tu perro por ejemplo, aprende más y mejor si se le enseñan las cosas con suavidad y paciencia. Lógico, ¿verdad? Pues resulta que la educación canina en positivo, que aboga por ello, no surgió hasta los 90´s. Hace relativamente muy poco.
Los estudios acerca de la forma de aprender y comunicarse de los animales, realizados aquellos años, entraron en conflicto con las teorías imperantes hasta el momento. La forma de trabajar propuesta por estos especialistas del comportamiento (veterinarios, etólogos, educadores caninos, adiestradores de animales) era completamente opuesta.
Esta nueva metodología se basa en el respeto por la salud psicológica del animal, eliminando completamente la utilización de castigos, aparatos punitivos y cualquier técnica que le cause dolor o malestar.
Desmontando la manada
A principios de los 70´s surgió la llamada teoría de la manada. Esta teoría afirmaba que los lobos se organizan en manadas, las cuales se regulan mediante una jerarquía piramidal y rígida que, a su vez, se establece a base de exhibiciones de fuerza y, llegado el caso, agresividad.
Por otra parte, al perro se le consideraba un lobo domesticado, por lo que se le podía aplicar los mismos conceptos que a su congénere salvaje.
La educación canina de la época aunó ambas ideas. Así dieron explicación a casi todos los problemas que podía causar el perro. Si tiraba de la correa, si protegía la comida, si se subía al sofá, si ladraba mucho, si se peleaba con otros perros, si gruñía al dueño, si salía primero por la puerta,… todo se debía a que quería dominar la manada, subir su estatus.
Sus técnicas de educación y corrección de problemas, por lo tanto, se basan en afianzar al dueño en lo alto de esa jerarquía. Para el perro, esto supone unas condiciones de vida muy restrictivas. Y para el dueño la desagradable sensación de que tu perro te quiere dominar y no puedes despistarte ni un segundo porque si no “te la va a hacer”.
Pero todo esto se ha terminado. Ahora sabemos que las manadas de lobos son más bien familias en las que impera la cordialidad y el respeto. No en vano, dependen los unos de los otros para sobrevivir. Sabemos también que el perro no es un lobo, sino una especie independiente con características físicas, fisiológicas y conductuales distintas. Y sabemos que nuestros perros no intentan dominarnos, ni escalar ninguna jerarquía. Su mayor ambición es llevarse bien con los seres que tanto le dan y a los que tanto quieren. Y que cuando hacen algo que no nos gusta es simplemente porque no se encuentran bien (física o psíquicamente) o no les hemos enseñado a hacerlo de la manera adecuada.
Castigar no es educar
Al ser humano, animal racional, le encanta castigar: “El que la hace la paga”. En los animales irracionales no se da esto: “Si me quieres quitar algo me enfadaré, pero si ya me lo has quitado… me busco otro. No monto una cuadrilla para encontrarte y ajusticiarte”. El castigo como método de enseñanza ha demostrado sobradamente sus deficiencias. En la sociedad humana las nuevas corrientes pedagógicas abogan por evitar el uso de castigos y otros métodos punitivos.
En el mundo canino también se ha llegado a esta conclusión. Explicar todas las desventajas de educar con castigos me llevaría, al menos, un artículo entero (tal vez lo haga pronto). Hoy destacaré dos puntos: Lo primero es que no es eficaz. En mi trabajo me he encontrado muchas veces con esta paradójica frase: “El castigo sí funciona, llevo castigando a mi perro 7 años y me va muy bien”. Seré breve: Si después de 7 años sigues castigando a tu perro es que tu sistema de trabajo no funciona.
Lo segundo es evidente, el castigo provoca una emoción negativa en el perro. Esta emoción de miedo, ansiedad, incertidumbre, inseguridad se asocia a la situación en la que se produjo el castigo de manera que se repetirá tantas veces como se repita dicha situación.
Hagamos un ejercicio de empatía. Imagínate en clases para aprender a conducir. Estás en un país extranjero, la persona que te enseña no habla tu idioma, no conoce tus costumbres y no sabe si te gustan los coches o no. Tienes las manos al volante, gírate y mírale. ¿Cómo te gustaría que te enseñara? ¿Siendo paciente y considerado? ¿O gritando y dándote pescozones cada vez que no haces las cosas como él las espera?
En cada caso ¿qué sentirías si te lo encontraras por la calle un día de paseo o cuando vieras el coche de la autoescuela pasar? Piénsalo por un momento, porque tu perro siente igual que tú.
Mejor en positivo
Trabajando en positivo conseguimos perros excelentemente educados y favorecemos una relación agradable y cordial entre personas y perros.
Los dueños se liberan de desempeñar el cansado y estresante papel de eterno dominante y aprenden a divertirse educando a su perro. Por su parte, los perros viven más tranquilos. Su confianza y seguridad en sí mismos aumentan lo que les hace ser perros estables y felices.
Carmelo Mulero
Fundador de “Can Bosc de Llum”
* Publicado en AARTI #19 (enero 2013)