Según Carlos Sabín la teoría cuántica está siendo utilizada por ciertos entornos como una especie de cosmovisión que todo lo explica y que pretende justificar cierto escape a las consecuencias de la física tradicional en nuestras vidas, abriéndose a un mundo alternativo al que tenemos. Se trata de una cosmovisión en la que todo vale y en la que se permite saltarse a la torera principios lógicos y físicos bien establecidos del mundo que nos circunda. Una cosmovisión llena de cosas fascinantes, en la que hay montones de mundos, donde todo es impredecible, todo es posible, todo puede ocurrir, todo está conectado y es complejo, y en la que el observador puede modificar la realidad en sus observaciones.
Sin embargo, la física cuántica no es aplicable a objetos de la vida cotidiana; solo es útil para sistemas de pocas partículas y en condiciones especiales (p.ej. a bajísimas temperaturas), por lo que las propiedades de la física cuántica son irrelevantes en nuestro mundo. Por lo tanto, no habla de si un gato está o no está al mismo tiempo. La física cuántica no tiene nada que ver con sistemas tipo gato, coches, personas… Las cosas no están en dos sitios a la vez, ni el mundo es tan impredecible como se cree; hay probabilidades, pero se pueden hacer predicciones precisas. Los grados de impredecibilidad también ocurren en la física clásica. Según Sabín, el observador no modifica la realidad con sus observaciones. Que al medir se cambie el estado del sistema tiene que ver con los instrumentos de medida no con la conciencia o estado mental. Tampoco la información cuántica viaja más rápido que la luz y no es posible una trasmisión instantánea. Y la última, no hay universos paralelos, en un momento dado hay diferentes posibilidades, pero lo que se realiza es una y las demás no.
La física cuántica es, en definitiva, una teoría (con incipientes aplicaciones tecnológicas) sobre el comportamiento de los objetos últimos que podemos encontrarnos en determinadas experiencias, pero no se deriva de ahí que esos sean los cimientos sobre los que la vida está hecha, es decir, puede haber cosas más fundamentales todavía no descubiertas que requerirían de nuevas teorías que van más allá de la física cuántica y sobre lo que, de hecho, ya se está trabajando, por lo que hablar de un mundo cuántico tiene un sentido relativo y acotado a un cuerpo de conocimientos.
En este sentido, podemos quedarnos tranquilos, el ser humano tiene acceso a través de la filosofía y desde el sentido común a las preguntas esenciales, como por ejemplo quiénes somos, de dónde venimos, a dónde vamos, qué sentido tiene la vida o qué es el mundo, sin necesidad de teorías complejas como la física cuántica, que no tiene respuesta para estas preguntas, que son en esencia filosóficas.
Gabriel Molina Marí
Filósofo asesor
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