Fuerza – Rocío Palacios

Hoy os cuento algo personal. Cuando era niña me daba cuenta de muchas cosas, como todos los niños, la verdad. De hecho no comprendía porque nadie hablaba de ello. Esperaba que alguien en quien yo confiara me contara.

Mi observación era sencilla: ¿para qué nacer, pasar por tanto, para luego dejar atrás el cuerpo y el mundo? Doy mi palabra que era muy pequeña cuando me preguntaba eso. No me convencían las explicaciones religiosas.

Decidí mantenerlo para mí misma, dado que a mí alrededor todos parecían conformes con lo que aquí tocaba. Me dividí y me quedé a solas con esa desazón. Una parte dentro de mí, entabló una conversación consigo misma y otra parte de mí, trató de adecuarse al mundo.

Pronto caí en la cuenta de que iba a ser imposible hacer lo que se me pedía en el colegio, no coincidía con lo que mis padres querían, supe pronto también, que contentar a mi madre no era posible y que eso de contentar a mi padre, suponía contrariar a mi madre. Los mensajes sobre cómo tenía que ser, comportarme, pensar o actuar… que me ofrecían todos a mi alrededor, no eran compatibles entre sí y me pregunté si habría alguna opción. Nadie estaba de acuerdo.

Más adelante, en mi primer año de universidad, en la facultad de Bellas Artes, un profesor me impactó.

Nos había pedido que montáramos un bodegón y yo lo había compuesto con un ladrillo de una obra que había junto a la universidad, unos trapos sucios de limpiar pinceles, una cajetilla de tabaco arrugada y alguna cosa más. Me sentía muy orgullosa de mi composición. Estaba muy afanada haciendo lo que habían elogiado mil veces en el colegio, en el que sacaba matrícula de honor en dibujo. Cuando vino, lo miró y me dijo que lo que estaba haciendo era una mierda.

Recuerdo que, después del shock, me subió una furia desde la tripa y se me quedó en la garganta sin poder salir, así que me la llevé y estuve dándoles vueltas toda la noche. Al día siguiente aparecí en la universidad con un lienzo grande, de un metro y medio de longitud y una brocha de buen tamaño. Cogí el tubo de color negro, la brocha y toda la mala leche que había acumulado, vete tú a saber desde cuándo. Emborroné el lienzo, me animé y seguí con un poco de blanco sobre aquellos brochazos negros y se mezcló el acrílico. Me aparté, lo miré y me gustó. Los grises eran variados, el blanco había desaparecido en la mezcla, el negro seguía resaltando por zonas y el conjunto era interesante. Llamé al profesor.

Me dijo: «-Esto es otra cosa, tiene mucha fuerza».

Me quedé resonando como un gong. Supe que esa fuerza era yo, y en el lienzo, los trazos, de forma involuntaria, habían dibujado lo que parecía un “yo”.

Mi fuerza vital se reactivó cuando me uní conmigo misma en ese único movimiento, el que movió la brocha. Ese profesor despertó la parte de mí que dormía.

Empecé a cuestionarlo todo y a descubrir respuestas nuevas. Lo de antes no era suficiente. Los aprendizajes del pasado había que llevarlos a una nueva amplitud. Comenzó un camino de honestidad para recuperar lo auténtico que estaba en mí. El camino era largo, sin duda, una aventura.

Se trataba de recuperar aquello que se había quedado dividido tan tempranamente en la niñez. Me sorprendió el poder que se había desatado cuando no recibí aprobación, reconocimiento, ni nada similar. El profesor supo sacudir el conformismo y la sumisión aprendida, la domesticación, aunque no me hubiese hecho gracia, era lo que me venía bien.

Estamos en tiempos de sacudida, tampoco nos hace gracia. Me pregunto: ¿Será que nos viene bien?

Es un momento de salir de la falsa comodidad. De eso, no nos cabe duda. Confío en que este Septiembre sea único, diferente a otros, que desarrollemos más amplitud en las soluciones, que veamos la gran oportunidad que supone mudarnos del mundo de los problemas al mundo de las soluciones. Tiempo de explorar nuestra creatividad, de usar la plasticidad de nuestras mentes ilimitadas. Toca actualización. Unirnos a nosotros y entre nosotros, ahí es donde está la fuerza.

A todo esto, os cuento… hace mucho que dejó de preocuparme eso de nacer para volver a irse de aquí. Comprendí que podemos vivir verticalmente unid@s a otros niveles de percepción más amplios. Donde eso no es nada relevante, dado que somos mucho más que los vehículos biológicos (cuerpos).

Eso para la próxima vez que nos encontremos por aquí. A por este Septiembre.

Rocío Palacios

Constelaciones Familiares · Encuentros Clases online · Seminarios · Sesiones – Viajes al silencio –  Al servicio de que encuentres tu alineación con la Fuente y escuches el Amor como tu único Guía

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