¿Qué puedo decir sobre esta situación que no se haya dicho ya? Muy poco, gente más cualificada que yo y más respetable, seguro, ya lo han dicho todo. Ya sabéis que cuento historias y que me gusta la Historia. Y muchas veces durante estos días tenía que pensar en la Edad Media y las grandes pestes que han asolado Europa.
Me preguntaba ¿Cómo lo vivirían ellos? Por supuesto con muchísimo miedo, como nosotros y al mismo tiempo con una parte más normalizada y serena ante la perspectiva de morir… o de enfermar. Por otro lado, no sabrían mucho, así tardarían mucho más en entrar en histeria colectiva. Acudirían a las Iglesias, para buscar respuestas y, en eso, no ha cambiado mucho sólo que ahora las Iglesias son también los científicos, los gurús… Como profe de energía me he visto empujada de una manera hermosa a recordar a los alumnos que nuestra escuela les da herramientas para no necesitar a nadie y que, aunque sé que la existencia de la misma nos conforta a todos… tampoco es necesaria.
Cualquier cambio grande nos alienta a cambiar, es un reto, una oportunidad. Ahora es uno bien grande, pero de la misma manera que romperme un tobillo y no poder trabajar puede ser una oportunidad que revolucione nuestra vida, este zapatazo gigante puede quedarse en aguas de borrajas para muchos: la magnitud de la hostia no garantiza que te enteres de la vaina.
No trato de ser pesimista, trato de hacerlo todo más asequible. Sólo podemos hacer pequeños cambios personales y cada uno de esos cambios harán mucho, estoy convencida.
Este artículo trata de ser humilde y solo puedo compartiros lo que yo siento. A mí, esta crisis me está sirviendo para valorar la vida que ya tenía, el trabajo que ya tenía y la forma de vida que ya tenía y, al mismo tiempo… aceptar que tal vez tenga que crear otra diferente antes de morir, muchas más diferentes antes de morir… ahora no puedo dar clase, ahora no puedo contar delante de un público… bueno, tal vez me estaba identificando demasiado con esto y, aunque volveré a hacerlo, seguro, mientras me imagino totalmente diferente.
Me he indignado, como todos, me he sentido confusa, como todos y no me he creído casi nada, como todos, pero ahora me siento tranquila. Una isla sin coches, espléndida en su paz y belleza ayuda, la verdad. La gente mandando bromas y vídeos de artistas generosos que ofrecen su talento desinteresadamente también. Los alumnos, siempre presentes y llenos de amor, muchísimo. Mi hijo, que decide quedarse lejos porque quiere vivir su vida y no teme la distancia, me ha llenado de orgullo y me ha confirmado que no hay distancia, que no hay miedo, que no hay muerte. No la hay, aunque llene periódicos y horas de televisión e internet.
En esta nueva peste, pienso en el Decamerón, ya en la Edad Media la gente sabía qué hacer. Quedarse en las casas y contarse historias y hablar de cosas soeces y de sexo… siempre la risa y el sexo para salir adelante, siempre. Os deseo muchas risas y, si podéis, mucho sexo (que siempre se puede).
Nosotros seguimos aquí, nada cambia y todo cambia.
Un abrazo a todos y os dejo con algo que ya conté una vez en estas páginas. Hubo una suegra y su nuera que hace muchos años gobernaron Persia. Ellas tenían muy claro que los maestros los médicos y los artistas tenían que ser cuidados y protegidos. Los maestros cuidan de nuestro cerebro, los medicos de nuestro cuerpo y los artistas de nuestra alma… ahí lo dejo y el que quiera oír que oiga.
ESCUELA EIVIDA
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