Mente o Corazón – Helena Cuerva

Estoy escribiendo estas líneas… llorando… con el Alma destrozada.

Ha llegado ese momento decisivo que no queríamos que llegase… hay que tomar una decisión.

Desde pequeña siempre he sido una amante de los animales y, en especial, de los galgos (una raza de perros). Hace años adopté dos galgos y tuve la gran suerte de compartir parte de mi vida a su lado.

Durante esos años sentí una conexión y una sensibilidad especial hacia estos animales, son ángeles andando entre humanos. En su mirada puedes ver reflejada la pureza de su corazón, en sus gestos su inocencia, su alma habla… y te habla desde un amor incondicional y una sabiduría que no corresponde a este mundo, ellos saben “la Verdad”, sienten la energía, no puedes engañarles… te huelen, te VEN más allá de tu persona.

Hace cuatro meses, antes del confinamiento, mi pareja y yo, adoptamos de una asociación de animales a “Argos”, un galgo que había sido abandonado por su galguero. Él se encontraba en Toledo y fue imposible traerlo a Ibiza hasta un mes y medio después, ya que se declaró el Estado de Alarma y estaba prohibido viajar.

Mi deseo de tenerlo a mi lado, a nuestro lado, hizo que un día me levantase por la mañana y le dijese a mi pareja: “ya estoy harta, quiero a Argos con nosotros. En una semana está aquí”.

No se podía viajar, ni se podía salir casi de casa todavía, pero el Universo escuchó mi ruego, y cuando una petición se hace desde lo más profundo del corazón, la Vida no puede negarse y hace que el milagro se produzca para que ello se haga realidad. Así que, tras múltiples sincronías “imposibles” y disparatadas… Argos llegó a casa en una semana.

Lo fuimos a buscar a las 4 de la madrugada, en el único barco que en ese momento llegaba desde Valencia. Lo primero que me impresionó fue su tamaño, nunca había visto un galgo tan grande y musculoso. Por fin, mi sueño de volver a adoptar un galgo se había hecho realidad, y la familia tenía un nuevo miembro.

Al día siguiente, con toda nuestra ilusión sacamos a pasear a Argos cerquita de casa. Queríamos enseñarle la playa por primera vez. Nuestra sorpresa fue cuando Argos empezó a ponerse agresivo y reactivo con cualquier perro que se cruzaba y todo gato que veía.

Nunca había visto una reacción tan agresiva en un galgo. Llegamos a casa asustados y desconcertados, como ya os he comentado, es un perro muy grande y con una fuerza impresionante. El paseo tranquilo y amoroso que llevaba tantos años esperando se transformó en un escándalo, un estrés, un mal rato… no entendíamos qué había pasado.

Este día fue el único que pudimos salir con Argos a la calle…

Al día siguiente hablé con varios profesionales y adiestradores para contarles la situación. Al principio pensamos que era el estrés que le había provocado la adopción, el viaje, adaptarse de nuevo, etc. Contratamos una especialista en comunicación animal (cognitivo-emocional) para ver cómo podíamos ayudar a Argos para tener una vida feliz y libre con nosotros.

Argos en casa es un Amor; se dice de los galgos que son como gatos en casa, y así es. No ladra, no rompe nada, no se mea, hace caso… pero algo le pasó en su vida, aparte de su instinto cazador propio de la raza, que le hace reaccionar así ante perros y gatos. Estaba claro que, de momento, no podíamos sacarlo a la calle con esa hiperreactividad, agresividad y fuerza. No podíamos arriesgarnos a que pudiese lastimar a alguien sin querer, a nosotros o a él mismo.

Hemos estado los últimos dos meses en una “nueva cuarentena”, paseando cuatro veces al día a Argos solo por el jardín comunitario. Evidentemente, muchos de nuestros vecinos tienen perros, y al ser un jardín grande, también hay gatos. Hemos cambiado nuestros horarios para acomodarnos al bienestar del perro, realizado ejercicios, cerrado ventanas, hablado con los vecinos… pero aunque ha mejorado un poco, es imposible no encontrarnos en todos los paseos un perro o un gato.

El punto de inflexión fue el día que estaba jugando con él, compartiendo un momento hermoso y de repente, se cruzó un gato a lo lejos. Argos fue como una bala hacia el gato, tirándome a mí de boca y arrastrándome, finalmente yo solté la correa y él se escapó tras su caza. En estos meses hemos aprendido de comunicación animal y a lidiar con la situación con cierta calma, pero es inviable… sobre todo ahora que estoy embarazada de cinco meses.

Evidentemente, no puedo arriesgarme a sacarlo yo de nuevo. Aun así, hemos estado semanas intentándolo todo para convencernos de que la solución no era que Argos no esté con nosotros.

Finalmente, la frustración, la tristeza, la desesperación, etc. está afectándonos individualmente, a la pareja y al embarazo. Aun así se me parte el alma pensar en devolver el perro.

Me he estado planteando cuestiones como: No es justo para él ¿Qué clase de persona soy devolviendo al perro? ¿Podríamos hacer algo más? Es un Amor de perro, él no es malo. Tampoco creo que sea vida para él. ¿Puede estar mejor con otra familia?…

Como os decía al inicio de este editorial, desde siempre he tenido una pasión por los animales y una sensibilidad y conexión especial por los galgos. Creo que Argos vino a nuestra vida a bendecirnos con su amor y sus enseñanzas. La más importante, es que soy madre de una niña y mi prioridad es su bienestar.

He tenido que tomar una decisión que me ha roto el corazón y que aún hoy, estoy aceptando y gestionando, pero siento que ha sido la decisión más amorosa para todos.

 

Helena Cuerva
Agosto de 2020

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