Mi nombre es Roberto, nací en 1968 en la periferia de Milán Italia. Viví mis primeros años en un gran Parque Natural que mis padres gestionaban y cuidaban, un lugar verdaderamente hermoso donde había un lago. A pesar de la cercana ciudad del norte de Italia, crecí en un entorno forestal. En nuestra casa siempre estaba presente el fuego: para calentarnos, para cocinar…
Siempre hubieron animales en nuestro hogar (perros, gatos, aves…), mi padre los encontraba enfermos o heridos en el bosque y los traía a casa para ver si se podían recuperar, para luego devolverlos a su hábitat natural.
Se pescaba muy bien en el lago, mi padre decía que como el lago era muy generoso no había que abusar: “si sales a pescar coge solo lo que realmente necesitas no más”. Esta filosofía, esta idea se reflejaba para todas la cosas. También nos decía, por ejemplo: “recolectar lo justo y necesario, así mañana tendremos de nuevo”.
Mi abuelo era un hombre que cultivaba en el campo, también era aficionado a la música y se perdía en las melodías de los varios instrumentos que tenía, entre los cuales el que más me llamaba la atención era el acordeón. Cuando lo tocaba era una fiesta, especialmente los domingos cuando venían varios amigos y parientes a pasar el día a casa. Recuerdo que me brotaban lágrimas de felicidad al escuchar aquella música, también recuerdo especialmente, el sonido de su gaita.
Crecí en este ambiente. Los caballos no eran aún parte física en mi día a día, eso sí, constantemente estaban presentes en mis sueños. Mucho después pude reconocer la influencia espiritual de estos animales en mi vida.
Un amigo de mi padre tenía varios caballos y como su casa estaba cerca de la nuestra, siempre me ofrecía limpiar las cuadras, darles de comer, sacarlos a pastar hierba fresca, jugar con los potrillos… Un día acepté y allí recibí mis primeras instrucciones. Con el tiempo empecé a montar a caballo, ir a pasear con los amigos, etc. Después me apasioné por la doma clásica o dresage, hasta que encontré un Maestro que suscitó mis intereses, además era un músico excelente (tocaba la batería) y se dedicaba a la doma de caballos desde que eran potros.
Ahí es cuando empecé realmente un recorrido que marcó definitivamente mis primeros pasos, su manera de montar y de enseñar estaba ligada a la música y al ritmo, en definitiva, el paso, el trote y el galope son tres aires rítmicos, su valor más alto consiste en el equilibrio del conjunto entre jinete y caballo.
El concepto de equilibrio me impresionó positivamente y empecé a profundizar en los detalles. Comprendí que el equilibrio es todo. Para entonces era muy joven y sí que comprendí algunas cosas, pero no pude trasladar el concepto completo que significaba “equilibrio” a mi mente o más bien a mi corazón. Intuí más que nada una primera fase, la parte mecánica entre el movimiento del caballo y su jinete, pero aún estaba muy lejos, mi juventud y mi orgullo no me daban la posibilidad de afinar lo aprendido. Es por ello que tuve varios incidentes con la tentativa de “domar” caballos. Uno de estos incidentes me proporcionó un cambio importante, casi me quedo en silla de ruedas para siempre. En ese momento el concepto de equilibrio empezó a coger una forma nueva: equilibrar el pensamiento con el corazón, la actitud, equilibrar la vida para comprender a los animales y comunicarme con ellos.
Empecé mi estudio del comportamiento humano aprovechando lo que los caballos me enseñaron. Comprendí que los seres sensibles, como los animales, son los maestros del “aquí y ahora” y son los que mejor saben enseñarlo. Sentí que una inteligencia superior nos puso a convivir con ellos para aprender, para reconocer de forma más evidente lo que “no Es”, los abusos y los malos entendidos, comprender desde nuestra inteligencia la gran ignorancia en la cual estamos metidos, para esto vivimos en un mundo de incoherencias. Gracias al potencial del que estamos dotados, todos nosotros podemos evolucionar, y quizás me atrevo a decir: debemos. No hay otro sentido, si no la maduración del ser Humano para la llegada del Paraíso Terrestre, así en el cielo como en la tierra.
Viajé a sitios remotos de la Tierra encontrando todo tipo de personas. Practiqué la expansión de conciencia estudiando métodos y ciencias ancestrales, todo cuenta en esta vida, solo hay que saber equilibrar.
Este viaje me llevo hasta aquí. Estoy eternamente agradecido a todas las personas que encontré y sigo encontrando en mi camino y estoy convencido que es todo para un bien común.
Ahora me dedico a la equi-conciencia, compartir estas observaciones en sesiones de auto conocimiento con personas, a través de los caballos y en la naturaleza.
Roberto Contaldo
robertocontaldo@gmail.com
681 298 028
FB: Equi-Conciencia