En 1941, tras años de investigación con su equipo, el brillante Henry Ford lanzó en EEUU un prototipo de coche fabricado principalmente a partir de fibra de cáñamo. Anunció que sus paneles de celulosa eran diez veces más fuertes que el acero. Son muy famosas unas imágenes en las que alguien atacaba este coche con un hacha sin provocar daños. No menos importante era el hecho de que este coche funcionaba gracias a un combustible obtenido también a partir del cáñamo.
“El coche cultivado en el suelo” se suponía que iba a revolucionar la producción automovilística del mundo con su gran sostenibilidad ecológica y económica. Ford interpelaba sobre los diversos usos de esta planta: “¿Por qué usar bosques que han tardado siglos en crecer y minas que tardan décadas en excavarse, si podemos obtener el equivalente de esos productos con el crecimiento anual de los campos?”.
¿Cuántas vidas destrozadas lo han sido por culpa de las industrias del Imperio, que nos proporcionan coches tan pesados y que se aplastan tan fácilmente durante los impactos?
¿Cuántos muertos, amputados o huérfanos habríamos ahorrado con coches mucho más ligeros e indeformables? (la industria del sufrimiento humano es tan variada y proporciona tantas ganancias que da miedo pensar en ello).
¿Cuánta polución podríamos ahorrar a nuestro planeta, si pudiéramos mover esos coches ligeros con un combustible mucho menos contaminante que la gasolina y que se obtiene de una planta que crece vigorosamente cada año, de mayo a octubre?
Poco después del hallazgo, llegó la Segunda Guerra Mundial y el proyecto se paralizó. Al mismo tiempo, la industria petroquímica y sus derivados plásticos también estaban en auge y, bajo el soporte de importantes grupos empresariales muy influyentes, se aliaron al uso militar y organizaron desde el gobierno estatal una gran lucha legal y propagandística para demonizar el cáñamo, aprovechando sus estrechos vínculos familiares con el cannabis.
Todo esto en una muestra más de cómo el Imperio nos vende la moto con lo que le da la gana.
Henry Ford murió poco después de la guerra y sus hallazgos se colocaron diligentemente en el cajón del olvido. Aunque la primera Constitución norteamericana en 1787 fue impresa en papel de cáñamo, en 1970 el cultivo del cáñamo industrial era ilegal en Estados Unidos.
El cáñamo es una planta que ha acompañado al hombre desde tiempos inmemoriables
La tradición del cultivo del cáñamo en Ibiza es muy antigua. En la Enciclopèdia d’Eivissa i Formentera, aparece la referencia a un texto que documenta, ya a finales del siglo XVII, el uso de sus fibras por el “Gremi de Teixidors” para fabricar tejidos para ropa, calzado (las espardenyes) y enseres para el ajuar de las casas. Sin embargo, hoy en día en Eivissa, los agricultores que sin tierra pretendan alquilar una finca para cultivar cáñamo industrial, se van a encontrar con la negativa de muchos propietarios de tierras, a arrendarlas para un cultivo que se parece demasiado al del cannabis en su fisonomía y que provoca, en otras zonas de España, que los cultivos tengan que ser protegidos y vigilados contra los robos.
En muchos aspectos, la planta podría ayudarnos a salvar al mundo. Desde usos terapéuticos en personas y animales, alimento, material de construcción de edificios, coches, ropa, cuerdas… pasando por la producción de papel, combustible y “plásticos vegetales”. Afortunadamente, existe actualmente un interés renovado y sincero en el cáñamo industrial, no sólo a nivel científico-médico, sino también bio-industrial y humano.
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