Esta vez traigo otra historia personal, se trata de ilustrar algo que todos en alguna ocasión experimentamos.
Lo que el cuerpo cuenta, es aquello de lo que hemos desviado la atención.
Quiero decir que nuestros cuerpos, en forma de dolores, más o menos crónicos, y diversas reacciones, nos distraen, con mucha eficacia, de aquellas emociones y pensamientos que no son aceptables. En realidad, esto sucede con un propósito; proteger nuestra autoimagen.
Enviando todo a la Sombra, logramos mantener a salvo la idea que nos hemos forjado de nosotros mismos, esa que es necesaria para adaptarnos a los roles que sean oportunos en nuestra vida cotidiana.
Allá vamos:
Era Diciembre y estaba visitando a mi familia en la isla de Gran Canaria. En esos días facilité un taller de constelaciones familiares especialmente intenso y luego tenía planeado disfrutar, ir relajándome, cerrar el año en modo relax y pasar las navidades en familia.
Siempre es un momento de mucha alegría para mí estar en la isla donde he vivido tantos años, sin embargo, en esta ocasión, estaba cansada de un año de trabajo intenso y sólo pensaba en tener tiempo para mí.
Lo que sucedió me dejó muy sorprendida. Una madrugada comencé a sentir picor en la cara mientras dormía y al despertar aquella mañana, tenía urticaria por todo el cuerpo y la cara especialmente deformada, el labio superior se había puesto impresionante. Me empezaba a doler la cara y la mente se disparó buscando causas. La que me pareció más apta fueron las gambas al ajillo que habíamos cenado el día anterior y, aunque habían pasado muchas horas, me pareció aceptable esa idea de una alergia.
No hubo ninguna mejoría con la dosis de antihistamínicos que me recetaron, tres días después seguía igual o peor y las razones no se evidenciaban. Tuve la suerte de que mi hermana buscó la ayuda de una alergóloga que, nada más verme, me dijo que no era una alergia, sin ningún lugar a dudas, tras responder a unas cuantas preguntas, ella diagnosticó que se trataba de una reacción al estrés. Lo cierto es que con su nueva receta y diagnosis, esa misma tarde todo comenzó a regresar a su lugar. Al mirarme en el espejo pude reconocerme de nuevo.
Me preguntaba cuál habría sido el detonante emocional, aunque sospechaba cuál era la causa, me resistía a creer que no se debiera a las gambas. Observaba mis elaboraciones mentales sorprendida por la fuerza que tenía ese impulso de desviar mi mirada hacía una causa externa. Así es como funcionan estas reacciones, así como los dolores; se trata de apagar emociones inadecuadas, de enviarlas, de forma totalmente inconsciente hacia adentro, a la Sombra. Esa evasión sostenida crea una algia de tensión, a la larga, aparece el dolor crónico o una reacción derivada del funcionamiento de nuestro sistema nervioso que está al servicio de nuestras creencias, en mi caso la reacción fue esa urticaria.
Lo cierto es que, una verdadera introspección, es esencial para una verdadera curación. En el mundo interno se encuentran las llaves de una buena salud. Ahora bien, qué pocas ganas tenía yo, esos días, de mirar bien adentro, notaba la resistencia a abrir las líneas de comunicación con el Yo Sombra.
Con todo ello me dispuse a escribir, a contarme todo lo que había sucedido el día anterior a la aparición de todos los síntomas, caí en la cuenta de que había hecho algo totalmente fuera del guion la tarde anterior. Le había dicho a mi hijo algo que hacía de mí una “mala madre”. Por muy correcto y oportuno que fuera lo que le había dicho, sin lugar a dudas, rompía totalmente la imagen de “buena madre” y “buena persona”. De hecho, me sorprendió la fuerza con la que lo había dicho y lo inesperado de mi expresión y, sin embargo, no había contactado realmente con la rabia, la urticaria desvió mi atención hacía el cuerpo.
Escribir me ayudó a profundizar y a soltar dolor y frustración acumuladas por años, esta vez con mayor profundidad. Fue extraordinariamente liberador abrazarme en ese sentir, abrir esas líneas de comunicación con el inconsciente, abrazar lo que hemos excluido de nuestro consciente y encontrar las llaves de la buena salud en nuestro interior. ¡Es más que posible! y esto sucede abandonando la autoimagen del yo ideal que es más bien una prisión para el Ser. Ni uno de nosotros se libra de este viaje.
Abordémoslo con apoyo y mucha amabilidad. Es el gran desafío del siglo XXI, dejar de ser “adecuados” y pasar a Ser íntegros. Nos vemos en el camino.
Rocío Palacios
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