“Nadie sana siendo la misma persona. La sanación es un viaje de transformación personal.”
La vida es un cambio constante y en cada nueva etapa nos demanda una nueva versión de nosotros mismos. La vida es evolución, una continua transformación y aprendizaje.
Para avanzar por este camino, de nombre Vida, es necesario sanar… sanar viejas heridas, sanar dolores o enfermedades, derribar patrones y viejas creencias, hacer frente a falsas limitaciones, etc… y todo esto lleva un proceso… un trabajo personal… un tiempo.
El primer paso es ser consciente de la herida, de lo que duele, de aquellos pensamientos que nos limitan o esas creencias que no nos dejan ser realmente nosotras mismas. Localizar esas sombras y ponerles luz, poder mirarlas a los ojos y reconocerlas… eso ya es un gran paso adelante. No es fácil… no es fácil tomar la decisión de querer abrir esa puerta a la Verdad, tener la valentía de enfrentarte a tus “demonios”, ver más allá de la proyección mental que tenemos y cuestionar todo aquello que creíamos real, despojarnos de lo que nos ha estado contando nuestro Ego. En ese lugar profundo, honesto y vulnerable de nuestro Ser, ahí se esconde nuestro dolor más visceral, nuestro sufrimiento, nuestros miedos e inseguridades… nuestras sombras.
Entrar en este espacio tan oscuro da demasiado miedo, podemos acercarnos hasta la puerta pero hay temor a entrar solos. Y es paradójico, porque esa “habitación interna” la hemos construido nosotros y somos quienes hemos cerrado con llave la puerta… para sobrevivir, para protegernos, para encerrar ese dolor o miedo y poder seguir adelante. En algún momento, de forma inconsciente, enterramos la llave de esta habitación y ahora necesitamos encontrarla, hemos decidido entrar y encender la luz para disipar la oscuridad.
Buscar apoyo en un especialista o un terapeuta que nos guíe, nos sostenga y nos ayude a dar luz en este proceso terapéutico es vital para llegar a entrar en ese lugar oscuro donde nuestra consciencia no “quiere” entrar. El mecanismo de supervivencia del ser humano es innato y este se niega a abrir la “caja de pandora” porque eso nos va a provocar sufrimiento. Nuestro Ser sabe que el proceso de transformación no es un camino de rosas sino un camino consciente con sus rosas y sus espinas. Al igual que una herida al principio duele, luego cicatriza, finalmente se renueva y sana.
Este proceso va a llevar su tiempo, en el que nuestro Ego va a querer que sea el mínimo posible. La paciencia, es un elemento clave en estos momentos, ya que cuando nos encontramos mal, enseguida queremos estar bien y hay que aprender que todo lleva su tiempo. A veces podemos tener la sensación de que llevamos mucho andado pero el escenario es el mismo, como si fuésemos un hámster en una jaula, y ahí puede llegar la desesperación y la rendición. Pero tenemos que tener en cuenta, que un proceso de sanación, de transformación… trata muchos niveles y nosotros no somos conscientes de todo lo que se está moviendo más allá de nuestra percepción física, material de este plano. Porque a tu alrededor no veas cambios, no quiere decir que no se estén produciendo a nivel interno y que en un futuro se verán reflejados a tu alrededor.
Ser paciente, positiv@ y confiar en el proceso hará que este sea más fácil de andar y llegar antes al final del camino. Siempre podemos cambiar de visión y no verlo ni vivirlo como una lucha entre nuestras luces y sombras, sino una integración, un reconocernos y abrazar lo que surge, de forma amorosa, comprensiva, sin juicio, sin exigencias. Porque nosotros somos eso, nos guste más o menos, somos oscuridad y luz.
Enfoquemos este proceso como algo positivo y como una oportunidad que nos brinda la vida para acercarnos con cada paso a nuestra felicidad y paz interna. Caminemos de forma tranquila, suave, confiada y amorosa… el primer paso que es el más difícil ya está dado, ahora intentemos disfrutar de los regalos que nos va entregando el camino.
Helena Cuerva