«No hay aspecto del ser humano que no se revela en el cuerpo»
Mike Boxhall
La osteopatía visceral se basa en la Teoría embrionaria de Barral y Mercier. En palabras de Jean Pierre Barral, “La naturaleza le tiene horror al vacío” pero más le tiene a la inmovilidad. El movimiento es el signo de la vida misma. Todo comenzó con una puesta en movimiento, un impulso, una vibración.”
Durante la vida embrionaria se producen una serie de modificaciones celulares que siguen un orden bien definido en el espacio y tiempo. La célula, como nos dice Barral, es memoria. O en palabras de Rollin Becker “sólo los tejidos saben”. Esta memoria forma parte de nuestra genética, ADN, ARN, etc.
Durante la vida fetal se producen una migración de los órganos embrionarios. Por ejemplo, el estómago sufre una doble rotación izquierda, frontal que hace bascularlo hacia la izquierda y horizontal que orienta la curvatura menor hacia la derecha y a la curvatura mayor posterior hacia la izquierda. Estos movimientos están inscritos en las fibras viscerales, es decir, el tejido visceral ha conservado la memoria de estos movimientos. Tras el estudio clínico experimental de cada órgano y su movilidad y motilidad, se descubrió que la mayoría de las direcciones de movimiento reproducía las del desarrollo embrionario. Cada órgano tiene un movimiento propio en relación a unos ejes de movimiento precisos.
Barral nos dice: “Un órgano sano es móvil gracias a las serosas que lo rodean, a las fascias, a los ligamentos y demás tejidos flexibles y vivos que lo conectan con el resto del organismo. Tal órgano se desliza, se mueve, vive, vibra, palpita y funciona en su ambiente.”
Un cambio de movimiento repetido miles de veces produce cambios importantes en cadena. Si la víscera en cuestión deja de ser libre se solidariza con otra estructura de la cavidad a la cual pertenece. Si el cuerpo siguiendo su propio proceso de auto curación, no se logra adaptar bien a esta modificación, producirá un trastorno funcional y estructural. El osteópata entonces, pondrá de manifiesto esas fijaciones viscerales o pérdida de movilidad, y a través de la escucha, “ayudará” a estimular los propios procesos del cuerpo para que por sí mismo restituya la armonía que estaba perdiendo. El propósito del osteópata, guiado por sus manos y sensibilidad, es mejorar la fisiología de un órgano devolviéndole la movilidad y motilidad, claves para una buena homeostasia.
Como diría Mike Boxhall: “En este ser oído se encuentra la curación”.
Florencia De Gaetano Álvarez
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