En realidad todas las proteínas se componen de aminoácidos y provienen de las plantas; los animales humanos y no humanos sintetizan las proteínas a partir de los aminoácidos que obtienen de su alimentación
Cuando comemos proteína animal, el proceso digestivo la rompe en aminoácidos para su posterior utilización en lo que haga falta (construcción o reparación de tejidos, producción de hormonas, enzimas, etc.) Es una especie de proceso de reciclaje de unos tejidos que ya fueron utilizados por otro animal y que pueden seguir siendo aprovechados con la debida “técnica”. Esta técnica de nuestro organismo para reciclar proteína es parte del complejo sistema metabólico, que al simplificarlo nos recuerda al de una planta de reciclaje en la que primero se separan las partes, se limpian y se desecha lo que no puede aprovecharse, y luego se almacena el material útil para su posterior utilización en la construcción de nuevos materiales. En estos procesos metabólicos se generan muchos desperdicios tóxicos que de no ser desechados correctamente, pueden generarnos problemas.
Cuando ingerimos proteínas vegetales el proceso de reciclaje es mucho más sencillo y menos costoso para nuestro organismo, ya que se emplean menos recursos para obtener esos aminoácidos que contiene el alimento y se generan menos desperdicios también; esto le facilita mucho el trabajo a los encargados de filtrar la sangre y de deshacerse de todo los deshechos metabólicos que no necesitamos, nuestros riñones.
Otro aspecto a tener en cuenta es el “paquete” con el que nos llegan las proteínas, pues la proteína animal nos suele llegar cargada de grasa saturada y colesterol, mientras que la vegetal nos llega con un precioso equipaje de vitaminas y minerales, grasas saludables e hidratos de carbono de absorción lenta que aportan energía de calidad, antioxidantes que nos protegen del envejecimiento celular, y fibra que es esencial para mantener una flora intestinal sana y un correcto funcionamiento del sistema digestivo e inmune.
Además, la proteína animal al ser tan “completa” en su perfil de aminoácidos, promueve cada vez que la ingerimos que se eleven los niveles de hormona de crecimiento insulínico tipo 1 (IGF-1) en el organismo, comunicando a todas las células del cuerpo que es tiempo de crecer. El problema es que algunas de las nuevas adiciones pueden ser tumores y cuando somos adultos completamente desarrollados, el crecimiento celular es algo que queremos reducir, no acelerar.
Uno podría imaginar por tanto, que el objetivo es mantener una ingesta de proteínas adecuada, sin pasarse, pero los estudios científicos asocian los niveles más altos de IGF-1 solamente con la ingesta de proteínas animales. Esto no quiere decir que nuestro organismo no pueda desarrollar masa muscular y crecer de manera saludable a partir de proteínas vegetales, simplemente lo hace de una manera más pausada y progresiva, generando un valioso halo de protección contra enfermedades tan comunes y devastadoras como el cáncer, enfermedad cardiovascular, hipertensión, obesidad, diabetes tipo 2, etc.
Puedes ir sustituyendo la carne, lácteos, huevos y pescado por los alimentos vegetales más ricos en proteína como las legumbres y sus derivados (garbanzos, lentejas, alubias, hummus, soja, tofu, tempeh…), los cereales integrales (quinoa, trigo sarraceno, arroz, espelta…), y los frutos secos. No solo se beneficiará de ello tu salud, sino también los animales y el medioambiente.